El agronegocio brasileño ha experimentado un crecimiento y evolución impresionantes en los últimos años, logrando marcas destacadas, convirtiéndose en referente de tecnología e innovación y alcanzando cifras asombrosas.
Basta con observar las estimaciones del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), que prevé que la cosecha 2023/2024 establecerá nuevos récords, superando los 300 millones de toneladas.
Esta cosecha récord demuestra claramente cómo el agronegocio ha ganado una relevancia justa en la economía de Brasil. Entre 2002 y 2022, el Producto Interno Bruto del agronegocio creció alrededor del 300%, alcanzando la impresionante cifra de US$ 500 mil millones, equivalente al PIB de Argentina.
Sin embargo, como cualquier sector empresarial, también está sujeto a adversidades, ya sean ambientales o económicas. Precisamente por ello, vimos que el mercado de seguros agrícolas creció un 30% en 2022, con un total de R$ 6,3 mil millones pagados en pólizas, según datos de la Comisión de Seguro Rural de la Federación Nacional de Seguros Generales (FenSeg). Según la misma entidad, se espera que este tipo de seguro mantenga un crecimiento similar en 2023.
No obstante, nuevos acontecimientos podrían frustrar estas expectativas. Con los efectos de El Niño cada vez más evidentes, vimos a FenSeg declarar recientemente que la subvención al seguro rural podría agotarse este mismo mes. Según la entidad, los R$ 1,06 mil millones no serán suficientes para respaldar al productor rural.
Si esto se materializa, el agronegocio brasileño estará expuesto a diversos riesgos que pueden tener repercusiones económicas. En los dos últimos periodos, vimos al agro enfrentar sequías y periodos lluviosos atípicos, y gran parte de este daño fue compensado financieramente por las aseguradoras, lo que permitió a los productores rurales mantener sus operaciones.
Es necesario establecer mecanismos y herramientas para fomentar, valorar y fortalecer la adopción del seguro rural. Más allá de la protección, desempeñamos un papel mucho más amplio, siendo un elemento importante y sólido de apoyo para los negocios.
El sector de seguros, de manera simple y práctica, tiene como objetivo anticipar riesgos, crear soluciones de prevención y desarrollar alternativas para resolver estos obstáculos antes de que se conviertan en problemas reales. Y en caso de que ocurra alguna crisis, actuar de manera rápida y eficaz para minimizar los daños, revertir la situación y, finalmente, recuperar las pérdidas sufridas, brindando sostenibilidad a las operaciones del agronegocio.
Este protagonismo es tan evidente que estamos viendo el desarrollo y fortalecimiento de diversas modalidades de seguros destinadas exclusivamente a los productores rurales.
El más conocido sigue siendo el seguro rural tradicional, que protege a los productores rurales y sus producciones, independientemente de los siniestros, como heladas o robos, por ejemplo. Pero otras modalidades están ganando cada vez más reconocimiento, contribuyendo al fortalecimiento del agronegocio.
Podemos mencionar el seguro forestal, que protege las áreas ambientales dentro de las propiedades rurales, que a menudo son afectadas por incendios, siendo una forma importante de garantizar la sostenibilidad y la adopción de estándares ESG, tan demandados por la sociedad actual.
Los datos del Ministerio de Agricultura mostraron que el seguro forestal registró un aumento del 20% en la demanda de este tipo de producto, que cubre no solo incendios, sino también otros fenómenos naturales como heladas, sequías, granizo, lluvias excesivas, vientos fuertes y caída de rayos.
También existen soluciones alternativas para la transferencia de riesgos, como el seguro paramétrico, que ha despertado el interés de diversas empresas y productores rurales. Este tipo de seguro ofrece cobertura vinculada a elementos como variaciones en el nivel de lluvia, posibles focos de incendio y otros escenarios de riesgo.
Otra modalidad que también ha ganado relevancia es el seguro de crédito para empresas del agronegocio, que ahora pueden incluir a productores rurales sin CNPJ en sus pólizas. De esta manera, están protegidas contra posibles impagos, asegurando que reciban el pago por sus productos. Solo este tipo de seguro, según datos de la Confederación Nacional de Seguros (CNSeg), fue responsable de R$ 1 mil millones en indemnizaciones pagadas de enero a abril de este año, un aumento del 411% en comparación con el mismo período de 2022.
Es curioso, incluso, notar cómo todo se complementa. El productor rural que adquiere un seguro está más protegido contra un posible siniestro que afectaría su producción, lo que podría resultar en incumplimiento de sus obligaciones financieras, lo que requeriría activar el seguro de crédito.
Al analizar el panorama general, queda cada vez más claro la importancia del seguro para el agronegocio, como un elemento de continuidad y equilibrio en las actividades financieras.